Después de escuchar el pronunciamiento de la Corte de La Haya sobre el diferendo marítimo entre Chile y Perú, parece oportuno reflexionar sobre los grupos de escritores que, a pesar de los distintos conflictos políticos que han surgido entre estas dos naciones han decidido fortalecer sus lazos de amistad e intereses académicos. Un claro ejemplo […]
Por Alexis Reto Agurto. 03 febrero, 2014.Después de escuchar el pronunciamiento de la Corte de La Haya sobre el diferendo marítimo entre Chile y Perú, parece oportuno reflexionar sobre los grupos de escritores que, a pesar de los distintos conflictos políticos que han surgido entre estas dos naciones han decidido fortalecer sus lazos de amistad e intereses académicos.
Un claro ejemplo de esto sucedió hace dos años, en Madrid, cuando el escritor y diplomático chileno Jorge Edwards, y Mario Vargas Llosa redactaron un documento titulado “Llamado a la concordia”, mediante el cual pretendían defender las relaciones sociales y culturales existentes entre ambos países, al mismo tiempo, que se mostraban en desacuerdo con los divisionismos, resentimientos o pensamiento bélicos que podrían surgir. Este pedido fue respaldado por treinta personalidades de las dos naciones. Es importante recordar que este documento fue una reafirmación de otro que se había elaborado treinta años atrás, cuando ambos países afrontaban situaciones políticas complicadas.
A lo largo de la historia, ellos no han sido los únicos literatos que han expresado estos testimonios trascendentales para la unión de ambos países. Unos años atrás, en las primeras décadas del siglo XX, Ciro Alegría tuvo que salir del Perú por cuestiones políticas y permanecer varios años en Chile; sin embargo, a pesar de las dificultades y de los innumerables trabajos que debió realizar, recibió un gran apoyo personal, económico y cultural, para componer sus tres novelas más importantes: La serpiente de oro, Los perros hambrientos y El mundo es ancho y ajeno. El autor indigenista peruano recuerda con mucho agrado al novelista Alberto Romero, secretario de la Sociedad de Escritores Chilenos: “no dejaré de mencionar la alentadora acogida que me dispensó este buen escritor y este hombre bueno. En él se conjugan el ejercicio de la tarea con la virtud del compañerismo”. Asimismo fue un gran amigo de Gabriela Mistral, a quien dedicó Gabriela Mistral íntima, obra en la que intenta mostrar el lado más personal de la poetisa chilena mediante una considerable muestra de correspondencia entre ambos.
Otro narrador indigenista que vivió en Chile y que forjó allá grandes amistades fue José María Arguedas. Debido a sus crisis emocionales, necesitó del apoyo de la siquiatra chilena Lola Hoffman, quien influyó en su comportamiento, pero sobre todo en su producción literaria, tal como puede apreciarse en la siguiente confesión del narrador peruano: “A Usted le debo haber escrito tres libros: Todas las sangres, Hombre y dioses de Huarochirí y Los Zorros …”. Y además consideró que “No he conocido sino dos amores totalmente desinteresados: el de mi padre y el suyo”.
En 1962, también fue invitado por el poeta chileno Gonzalo Rojas al Encuentro Latinoamericano de Escritores de Concepción, en Chile. Tal fue la admiración por este representante del indigenismo peruano que en 1988 en Santiago de Chile fue fundada por su amigo Rafael Baraona la Biblioteca Conmemorativa de José María Arguedas, que conserva hasta la actualidad.
Es interesante destacar también la figura de un poeta chileno que tuvo una gran acogida en el pueblo peruano y entre sus escritores vanguardistas más reconocidos: Pablo Neruda. Neruda viajó varias veces por el Perú, donde conoció el Cusco y su principal maravilla a la que le dedicó “Alturas de Macchu Picchu”. E incluso, según Arturo Corcuera, se trasladó hasta Paita solo para conocer la casa de la enigmática Manuelita Sáenz.
El poeta chileno leyó y admiró mucho a César Vallejo al que llamaba “hermano entre mis hermanos”, pero también disfrutó de las composiciones de escritores como José Santos Chocano, José María Eguren y Abraham Valdelomar, de quienes conocía de memoria versos que le gustaba recitar en reuniones. De igual forma, algunos poetas como Alejandro Romualdo compartieron con Neruda composiciones de temática heroica y socialista; o lo homenajeaban cada vez que podían: Javier Heraud retribuyó su admiración hacia el poeta chileno con su “Oda a Pablo Neruda” y Arturo Corcuera, compuso en memoria de su gran amistad, el soneto “Neruda vuelve en el caballo de los sueños.”
Como puede apreciarse a través de los años se han gestado grandes lazos de amistad entre peruanos y chilenos, se han compartido vivencias y emprendido numerosos proyectos juntos, así como el desarrollo de la poesía vanguardista. Y la admiración mutua se ha mantenido o incluso ha crecido: en la actualidad no solo Jorge Edwars sigue la obra de Mario Vargas Llosa, sino que otros narradores como Julio Ramón Ribeyro, Santiago Roncagliolo, Fernando Iwasaki y Jaime Baily son leídos con gran interés en el país sureño. De la misma manera, en Perú, se han convertido en autores imperdibles los escritores chilenos Isabel Allende, Alejandro Zambra, Roberto Bolaño, Marcela Serrano y Alvaro Bisama.
Para concluir, se podría reflexionar sobre lo que afirmaba Pablo Neruda en Confieso que he vivido (1974), libro de memorias, con respecto a la unión entre los dos países: “Entre los pueblos de Chile y Perú no hay aún heridas sin cerrar. No solo los deportistas y los diplomáticos y los estadistas deben empeñarse en restañar esa sangre del pasado, sino también y con mayor razón los poetas quienes tienen menos fronteras que las de los demás”.